11.10.- Definición.- (Del latín Cultus.).- Reverente y amoroso homenaje que el hombre tributa a Dios o a los bienaventurados. Cuando de algún modo hacemos manifestación de nuestra adoración, amor y respeto por el Ser Supremo, entonces decimos que ejercemos un culto. Este puede ser privado, si tiene efecto cuando absortos en la soledad, nuestra alma, con amor sublime, parece llegar hasta ver y adorar a su Creador; y culto público, es, cuando esas manifestaciones se hacen públicamente en los templos, o en otros lugares a propósito.
11.11.- Actualmente como todos los hombres tienen su manera de pensar, y por tanto, muchas maneras de adorar a Dios, en el mundo existen numerosas religiones.
11.12.- Dios ha dado al hombre todas las facultades a semejanza de Él, y también lo hizo libre, por lo cual, cada uno de por sí, sin dejar de merecer el apelativo de hermano, puede ejercer una religión diferente a la nuestra. Cuando una persona que tiene diferente religión, se acercará a nosotros, entonces, en vez de mostrarnos intolerantes y huir de su lado, por lo contrario, nuestro deber será atraerla, para hacerle ver prácticamente la sana influencia que nuestra religión infunde en el carácter del hombre; y tarde o temprano llegará el momento en que piense como nosotros. Los miles de héroes que en nuestra religión han merecido el nombre de mártires, por su mansedumbre fueron y siguen siendo la causa de que se conviertan millares de incrédulos que, con la intolerancia jamás habrían dejado su obcecación.
11.13.- El hombre puede enseñar y tratar de convertir a su religión a aquellos que no la tienen; pero nunca debemos alimentar el menor deseo de mal, ni aún de indiferencia, hacia aquellos que no tengan nuestras creencias religiosas. Por lo contrario, la persona verdaderamente religiosa tratará de no causar pesar y hará cuanto bien pueda a sus semejantes.
11.14.- Con alguna frecuencia vemos personas que pretenden imponer sus ideas religiosas sobre todo, hasta el extremo de hacerse enemigos mortales de los que no piensan como ellos, por lo que se les llama fanáticos. El fanatismo religioso es tan repugnante y perjudicial a la sociedad, como el fanatismo político, por lo general lo padecen las personas que profesan lo que no son, o bien seres desgraciados cuyas facultades mentales definitivamente no están bien equilibradas.
11.15.- A excepción de los sacerdotes, las personas prudentes se evitarán muchos disgustos y enemistades, si, en sus relaciones con sus conciudadanos, no dan lugar a conversaciones religiosas y aún evitan en lo posible las conversaciones políticas. Decimos a excepción de los sacerdotes, porque siendo de estos la misión de propagar sus ideas religiosas, ese es uno de sus altos deberes.
11.16.- Los hombres de todos los pueblos que han existido y existen, han creído y creen que la familia humana ha tenido un origen común, y nosotros, mientras no se demuestre lo contrario, es natural que lo creamos también. Si todos venimos de un origen común, nuestro parentesco será más o menos lejano; pero existe, y en hecho nos convierte en hermanos de la gran familia humana; y si queremos cumplir con nuestros deberes, para con Dios y para con los hombres, hemos de considerar a todos: blancos, negros, y amarillos, como hermanos, y como a tales dispensarles cuanto bien podamos en cualquier tiempo y lugar.
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